miércoles, 24 de septiembre de 2008

El chef

Todas las noches se acuesta tarde. Piensa en un buen menú. Limpia su cocina y hace preparativo para comenzar temprano al día siguiente. Sus clientes exigen puntualidad. Nunca falla, a las once de la mañana tiene todo listo. Pero esta noche se siente ansioso. Camina desde la mesa de comedor hasta la estufa, verifica que está apagada, va a la nevera, la abre y mira su interior. La cierra. Vuelve a la estufa y toca los botones, cerciorándose de que está debidamente apagada. Regresa a la nevera, la abre y vuelve a dar una ojeada sin sacar nada. La cierra y camina hasta la sala. Lee la notificación que le llegó del tribunal. Estruja la hoja de papel y la tira al suelo.

Camina a su cuarto, se acuesta en la cama y enciende el televisor para quedarse dormido. Han pasado dos horas y media y no ha podido dormir. Levanta el teléfono y marca el número de Maribel. “Contesta, contesta, contesta, por favor contesta…”

-Hola, sea quien sea, estas no son horas de estar llamando –dijo con voz soñolienta.

-Maribel, soy yo, Arturo.

-¿Qué quieres?

-Saber cómo estás.

-Para eso me llamas a las dos y media de la mañana. ¿No pudiste esperar unas cuantas horas más? Ay.., adiós.

-Por favor no cuelgues, escúchame. ¿No has pensado en mí? ¿Ni siquiera un poquito?

Poco a poco la voz de Arturo se tornaba temblorosa.

-¿Qué? Arturo, ya hemos hablado de esto y la verdad es que no estoy en el ánimo de tener la misma conversación. Tengo sueño. Hazme un favor, ¿si? ¡No me llames más!

-Necesito un favor. Maribel, hola, hola…

No le quedó más remedio que colgar el teléfono. Temblando, Arturo busca un cigarrillo. Lo enciende. Fuma y piensa en Maribel. Vuelve y le marca pero ella no responde. Se sienta, se rasca la cabeza y con el cigarrillo en mano se seca las diez lágrimas de su cara. Son las seis de la mañana. Tiene que empezar a cocinar. El menú de hoy es sopa de camarones con arroz blanco y chuletas a la jardinera con puré de papa. Como siempre, termina a tiempo.

Va al baño, se asea, se viste con su uniforme de chef y sale a la calle a vender los almuerzos que con tanta pasión preparó en la cocina de su pequeño apartamento. Los vende todos. Regresa, sintiéndose cansado. Va al botiquín y toma varios medicamentos que su psiquiatra le había recetado pero él entendía que no los necesitaba hasta hoy, que se siente agotado y quiere descansar. Toma dos prozac, una zoloft, una zoldipiem, dos lithium, y una clonazepam intentando poder dormir. Vuelve a la sala, recoge el papel que había estrujado la noche anterior y lo lee. Estaba en un agujero y pensaba que no conseguiría salir. Quiso llamar a Maribel pero no tenía fuerza para levantar el brazo. Todo se tornó oscuro y al fin se sintió feliz.

Al día siguiente, Maribel llega al apartamento de Arturo. Le toca la puerta y nadie contesta. La empuja y entra. Arturo había dejado la cerradura abierta. Lo encuentra con el aviso de desahucio en su mano izquierda y la otra en la hornilla prendida.

-Arturo, ¿qué haces?

-Debo cuatro meses de renta. ¿No te parece rico el olor a carne?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Este cuento me encanta!

Nathacha de los Santos dijo...

Gracias, Chris!

ABEL HURTADO dijo...

Excelente Nathacha. Coincido con Christian. ¡Es encantador! El Chef sabe vivir y realizarse.