martes, 14 de junio de 2011

Amor podrido


Otra noche más que dormiré con tu espalda. ¿Por qué no te volteas y me tocas? ¡Tócame! Cómo quisiera que me besaras, me abrazaras, me sintieras… Pero no sucede. Tu despreocupación ante nuestros problemas me debilita. Siento que mi cuerpo se llena de plagas donde reina el hambre. Colapso. Al cerrar los ojos sueño contigo: te volteas, me miras de cerca, respiramos confundidos, me besas el cuello, el pecho, sudamos, me susurras que soy la mejor, la más hermosa; luego bebemos vino, desnudos y bellos, como somos nosotros, reímos, estamos felices.
No dices nada.  
No digo nada. No me atrevo, ni te exijo, me da miedo. Después de nuestra última disputa, no tengo esperanzas de que te gires para tocarme. A fin de cuentas, mi Marco Antonio, nuestro trono se ha desvanecido y me he acostumbrado a dormir con tu espalda, espantando tus moscas y los gusanos y las moscas y tus gusanos y tú: mi amor… podrido.