jueves, 19 de septiembre de 2013

Razonamiento caritativo

—Cariño, termina de comer.
—Mami, no quiero más...
—Está bien, pero la guardamos y te la comes más tarde.
—Es que más tarde tampoco me la voy a querer comer. Mejor la tiro y así los niños pobres, que comen de la basura, la pueden encontrar.


domingo, 3 de febrero de 2013

Un cumpleaños de gringas dementes




      A la verdad que está cabrón salir con gringas. Me invitaron a la celebración del cumpleaños de mi cuñada (puritita gringa). Sería un girls night out entre ella, sus amigas (todas gringas), mi vecina italiana y yo, la negrita de agregá. Desde que llegué  me sentí fuera de grupo: era la única que estaba (bien) maquillada y que no era rubia de ojos azules. Fuimos a Daytona Beach, a un restaurante/bar de lo más chévere. En los predios había una bandita tocando covers de música country. Bueno, realmente no era una banda porque sólo tenía un integrante. Un hillbilly que maniobraba la computadora, el equipo de sonido, animaba, tocaba guitarra, cargaba panderetas y cantaba al mismo tiempo. No me gustaba la música, pero reconozco que le quedaba bien. Sonaba como una banda completa. Mientras que adentro del negocio, un dj mezclaba música ¿adivinen?… ¡también country!
Los vodka con cranberry que bebí no me hicieron comprender o al menos reír de los chistes mongos discutidos durante la velada. Mi cuñada, la cumpleañera, brindaba con un vaso de agua (no quería beber ni porque era su fiesta), decía que tenía que levantarse súper temprano al otro día para ir de garage sale (lo que lleva haciendo todos los sábados por ocho años). Una de las amigas narraba la clase que les dio a sus estudiantes de kindergarden. La otra hablaba del tinte que no le cubrió las canas. Otra de un sport bra que no tiene suficiente soporte… Y todo esto como si fueran los mejores chistes del mundo. Todas se reían a carcajadas. Yo me sonreía con las muelas. Hasta que llegó la mesera y dijo que en media hora teníamos que movernos a otra área porque dónde estábamos estaba reservada para una fiesta de swingers. Yeah! dije bien duro, emocionada. Cómo no iba a estarlo, si por fin iba a ver y posiblemente conocer swingers de verdad en carne y hueso. ¡Sí que tendría material para escribir! Para mi sorpresa yo era la única contenta con la idea de que habría un party de swingers en el mismo lugar donde estábamos. Al principio ellas pensaron que la mesera estaba bromeando y comenzaron (de nuevo) a hacer comentarios absurdos sobre el tema. “Cuando lleguen, les diremos que esta es la mesa de swingers lesbianas”, decían. Poco a poco comenzó a llegar la gente. Un señor se acercó a nuestra mesa y preguntó si estábamos allí para  la ‘reunión de negocios’. Luego los empleados comenzaron a colocar centros de mesas, preparando el lugar, fue entonces que las gringas se percataron de que la joven hablaba en serio.

               Todas habíamos terminado de cenar. El local estaba relativamente vacío, así que no fue difícil movernos otra área, incluso más cómoda. Los swingers ya estaban entrando. Y yo, entusiasmadísima. No cabía en mí. Quería hablar con ellos, o por lo menos con alguno. Estaba imaginándome en cómo les haría el acercamiento, darles conversación y como quien no quiere la cosa, terminar entrevistando a alguien.
               —Vamos a pasar por ahí, para ver cómo son y qué  hacen —le dije a una de las muchachas y ella aceptó, pero cuando casi llegábamos se arrepintió. Terminamos dando la vuelta, hacia los sanitarios y nos regresamos a nuestro grupo.
               —¡Son asquerosos! —les contó al resto. Todas quedaron indignadas. Yo puse mi cara de “what?” ¿En serio? ¿Por qué dice eso, si ni siquiera los tuvimos de frente? Además, hasta dónde vi, se veían de lo más normales y decentes. Ni siquiera parecían swingers. En todo caso, no es como que tienen que ser anormales o tener algo en la frente que diga “soy swinger”.
               —Tenemos que irnos a otro lugar. No puedo con esto —dijo la cumpleañera— vámonos ya. No podemos estar bajo el mismo techo que esa gente inmunda.
               Por más que traté de hacerles entender que “esa gente” estaba del otro lado del salón, en su fiesta privada, aparte, en el área VIP, nada que ver con nosotros, ninguna quería quedarse porque atentaba contra su moral. Fuimos al estacionamiento para decidir a qué otro lugar podríamos ir. En el ínterin, seguían llegando parejas. Las gringas pensaban que todas eran swingers. De repente, no sé ni cómo, se agarraron las manos y comenzaron a orar bien alto, por el alma de las personas que entraban al negocio. Suplicaban a Dios por fortaleza, insistían que ese era el camino del demonio, señalando a las parejas que entraban. “All you sinners are going to burn in hell. God, please have mercy for the lost souls”, gritaban.
¡Qué clase de locas! La italiana y yo sentimos vergüenza ajena. Le pedí un cigarrillo y nos alejamos a fumar.
De allí nos trasladamos a un bar frente a la playa. El lugar estaba repleto. Ahí sí había una banda tocando reggae roots y una multitud de ancianos bailando. Sí, en Florida hay ancianos por todas partes. Conseguimos una mesa vacía en el balcón. Cuando miré a mi lado, una pareja (hot) de lesbianas demostraban su amor con besos franceses. Otra vez, las gringas se sintieron ofendidas.
“We need to move inside!” dijo mi cuñada.
“What’s the problem? They’re kissing, so what? It’s impossible inside!” respondí.
“I just don’t want to be close to them” dijo otra.
O sea, ¿porque son lesbianas automáticamente van a tratar de lanzarte sobre ti? ¡Vete pal carajo! Pedí un trago y se me fue como guineo en boca de vieja. Dos de las gringas fueron a los sanitarios. Regresaron peleando, porque del baño de damas salió un hombre. Les dijo que lo usó porque el de caballeros estaba lleno y él tenía apuro. Ellas prefirieron aguantar el orín, antes de entrar. Yo no lo aguanto por nada del mundo. Les dije que en los bares de Puerto Rico, a veces yo iba al baño de hombres si el de las mujeres estaba lleno o sencillamente porque siempre era el más limpio, y en última instancia alguna amiga me cubría y orinaba en el estacionamiento, detrás del carro. Me miraron con cara de “you too are going to burn in hell”.  
De repente, una de las muchachas se “perdió”. Les dije que no estaba perdida, que la vi afuera fumando y hablando con unos muchachos.
“What? She must be drunk. We need to get her” dijo mi cuñada.
“Relax, she’s not drunk. And the guys are gay” contesté.
Tengo tantos amigos homosexuales que puedo reconocer uno a distancia. Es más, no me tiene ni que hablar. En los ojitos, en la mirada se nota. La pareja con la que hablaba la supuesta gringa borracha, le habían pedido que les tomaran una foto. Eso es todo.
“No, no. They want her. You know what I mean? They want her. I’m gonna get her!” y fue corriendo a buscarla.
Se me hizo imposible que los tragos me hicieran algún efecto. Fue un jangueo extrañísimo. Republicanas, fanáticas religiosas, juzgonas, gringísimas…. Absurdo. Se me acercó un hombre, que podía ser mi abuelo, me tomó por la muñeca, vio la sortija en mi dedo y preguntó si era casada. Le dije que sí. Bueno, te quería invitar a bailar, pero no quiero buscarte problemas. Eres hermosa, pero no quiero meterte en problemas, ni buscármelos yo tampoco... Me solté de su mano e interrumpí:
—Gracias, caballero. Tómese sus medicamentos y váyase a su casa a dormir.
“Are you ready to go?” me preguntó la italiana.
“Yes!”
Llegué a mi casa. No eran ni las once de la noche.

miércoles, 30 de enero de 2013

Mujeres complicadas



“Mujer complicada, mujer que vale la pena”. Hace poco vi esa frase, circulando por facebook. No estoy segura si estoy de acuerdo. He repetido muchas veces que me gustaría ser hombre en mi próxima vida (si es que tendré otra), por eso mismo: porque NO se complican la vida. Para ellos todo es mucho más fácil y en parte es porque ven los asuntos blancos o negros. Ningún intermedio. Son simples, a diferencia de nosotras, las mujeres complicadas, que —redundantemente— nos complicamos la existencia, muchas veces sin darnos cuenta. Casi siempre durante las actividades, ya sean fiestas o reuniones familiares, hay un momento en el que los hombres y las mujeres están aparte (“los  nenes con los nenes, las nenas con las nenas”). Mientras ellos beben cerveza, hacen planes futuros, se chocan las manos, hablan de fútbol y se disfrutan la velada, nosotras estamos chismeando de la que aún no ha llegado, criticando la comida, contando las crueldades del trabajo, que si los niños, las deudas, o creando drama. Hace poco, una actividad familiar (para ser más exacta, despedida de año, que se supone que sea jolgorio, alegría y bebelata) se convirtió en un río de emociones sicodélicas. Y todo ¿por qué? Por unas mujeres complicadas. A una se le ocurrió la magnífica idea de decirle a la otra “todo lo que llevaba guardado desde hace tiempo” precisamente durante despedida de año, en mí casa, con todo el mundo mirando. Bombardeo de palabras, lloriqueos, una se fue llorando, el esposo corrió tras ella para consolarla, ella se molestó con él por “no haberla defendido”. En fin, yo no pude bregar más y terminé la fiesta, como siempre, con “los nenes”, pero esa historia luego se las contaré.

La mujer complicada va mucho más allá de ser una persona que ejecuta distintas tareas simultáneamente (así somos todas), más bien, me refiero a las que nos enredamos la vida gracias a nuestro tipo de personalidad. A continuación mi lista concentradas de mujeres complicadas.

1.      La llorona 


La llorona es inconforme, infantil e  inmadura (y casi todos los demás adjetivos que comiencen en “in”). Nada es suficiente. Si le das una mano te arranca el brazo. Indecisa. Sueña convertirse en millonaria y ni siquiera juega la lotería. Se queja por absolutamente todo y siempre busca el lado negativo de las cosas. Ni se te ocurra preguntarle cómo está porque se estará quejando por horas. Que si la inepta nueva maestra de su hijo, del trabajo “intenso” que tuvo toda la semana, del esposo que nunca la ayuda y no tiene consideración con ella, de las deudas, que el gato se enfermó, que fue al salón de belleza y la estúpida de la estilista le dañó el pelo, la mejor amiga la dejó plantada, que anoche no pudo dormir, que no ha podido hacer ejercicios, que engordó tres libras… De más está decir que tiene la autoestima por el piso, gracias a sus inseguridades. Mucho ojo con La llorona: no tan solo llora, si no que tiende a ser vengativa por naturaleza, especialmente con sus allegados. Puede dejarte de hablar por tres semanas porque no le respondiste un mensaje de texto. Es de las que en discusiones amenazan  al marido con huir y nunca regresar. O de las que le vandalizan el carro al ex. Se le hace casi imposible dejar ir. Solución: la llorona necesita una bofetada de realidad. Deja de estar quejándote todo el tiempo y aprecia lo que tienes. ¿Qué tuviste mucho trabajo? Por lo menos eres de la minoría que tiene empleo. No a todos tus amigos les importa el lloriqueo y más que nada, ABURREN las mismas historias una y otra vez. No eres la primera ni serás la última mujer del mundo con problemas. Por primera vez en tu vida, cállate, vive y escucha a otros, que lo más seguro están más necesitados que tú. Y si no te gusta la situación en la que te encuentras, haz lo posible por salir de ella, llorando todo el tiempo no adelantará las nada.

2.      The Guetto Bitch



Esta mujer no puede hablar en un tono de voz “normal” porque no sabe cómo. Necesitaría terapias intensivas para ello. Si está en medio de una conversación por el celular en una fila de banco, absolutamente todo el edificio la va a escuchar. Se ríe duro, a carcajadas y con la boca bien abierta. Cada oración que pronuncia lleva, al menos, tres palabras soeces. Forma una pelea en cada esquina por cualquier estupidez y se justifica diciendo que la gente tiene que ‘aprender a hacer bien las cosas’. En el servi-carro le dieron la hamburguesa con cebolla (cuando era sin cebolla) = una pelea. Por error la factura del internet refleja 10 centavos de más = una pelea. Otra mujer supuestamente la “miró mal” = una pelea. Hay una persona nueva en el grupo de amistades = una pelea. Y no malinterpreten, cualquier mujer puede ser ‘the guetto bitch’. Es más, la mayoría de las que conozco se ven bien arregladas y  bonitas, hasta que abren la boca. Hay montones de profesionales que no salen de este papel. En la oficina médica la cita era a las dos de la tarde y son las 2:05 = una pelea con la recepcionista. Cancelaron el juego de soccer del hijo a última hora = una pelea con el entrenador. En la reunión de la escuela del niño, el maestro le dio una queja = una pelea con el maestro y el director (porque el maestro siempre es el malo). Solución: RELAJATE. ¿Crees que te ves como la más mujerota, la jefa, la que todos respetan? Error. Te ves mega cafre cada vez que haces esos espectáculos (“undateable”). A nadie le gusta. Al contrario, quizás tus amigos se avergüenzan de ti, por eso te evitan. Aprende a ser tolerante. El mundo no está en tu contra. Ah, y de paso no estaría nada mal tomar unas clasecitas de refinamiento.

3.      Miss congeniality



Al principio podría resultarte simpática, graciosa y sobre todo muy conversadora. Le encanta preguntar y escuchar. Lo que te hará creer que realmente se preocupa o que se interesa en ti... pero, es para luego repetir. Todo el mundo es su amigo y enemigo al mismo tiempo. Cuando llega un empleado nuevo a la oficina, ella va y se presenta sola. Le dice con quién debe o no involucrarse, y le da un trasfondo detallado de cada uno de sus compañeros, incluyendo a los jefes. En las fiestas, es la primera que llega y la última que se va. Critica la decoración y la comida, sin embargo, se despide de los anfitriones conque todo estuvo excelente. A ti te habla mal de Fulana, de Mengana y de Perenceja, pero cuando las tiene de frente son sus mejores amigas. Ni se te ocurra contarle algo que no quisieras compartir con todo el mundo, porque esta mujer es bocona y se le hace difícil, o mejor dicho, no puede guardar un secreto. Si la confrontaras por algún bochinche que esparció, lo negará con su vida, jurará por los hijos que no ha tenido y por su abuelo que está en la gloria (y lo más seguro, le creerás por sus lágrimas saltarinas y lo convincente que es la condenada). Le encanta llevar y traer, sonsacar y poner a la gente en contra (con ella en el medio para ofrecer “su hombro amigo”). Odia estar sola y tiene problemas de persecución. Si por inadvertencia, no la saludaste un día, creerá que estás molesta con ella. Solución: confrontarla. Siempre han dicho que la manera de callarle la boca a alguien es ignorándolo. Pero el silencio no funciona con Miss congeniality, quien necesita saber que el mundo real no es una pasarela y para caerle bien a alguien no tiene rumorar, ni hablar mal de otros, provocando rupturas y recelos entre amistades. Reúnete con Fulana, Mengana y Perenceja, confróntenla directamente. Díganle todo lo que se han enterado y que si quiere bochinchar (porque no es como que va a parar de hacerlo) pues que lo haga con ustedes. Como dicen: una buena amiga no te juzga a espaldas, si no que juzga a otros pero contigo.    

4.      G.I. Joe



Es la “señorita perfecta”. Todo tiene que estar en orden. Intacto. Tiene archivos separados para la factura de la luz, el agua, el carro y una tabla en excell con todos sus gastos, incluyendo un renglón de “misceláneos”. Guarda los recibos por años y años, porque cree que en un futuro los necesitará. Analiza demasiado hasta lo más absurdo. Trata de ser híper práctica, gastando solo en lo que necesita. No se compra un chicle por no botar el papel. No se pinta las uñas por no gastar la acetona. Se cree que lo sabe todo y si descubre que estuvo mal o que erró en un argumento, nunca lo aceptará. Si es eres su amiga, considérate especial. No es que sea introvertida, es que es antisocial (ella lo reconoce, no le importa). Trata de ser correcta hasta en su lenguaje cotidiano. Es graciosamente irónica y a veces resulta contradictoria. Por ejemplo, por alguna extraña razón, que ni ella puede descifrar, su mejor amiga suele ser The guetto bitch. Se aburre con facilidad en actividades comunes que otros disfrutarían. Si tiene hijos, no los deja correr para que no suden, aunque sean preadolescentes sólo pueden ver hasta 20 minutos diarios de televisión infantil, y ciertos programas aprobados por ella. Jamás Sponge Bob, se los tiene terminantemente prohibido porque dice que son de doble sentido, ni Tom y Jerry porque incitan la violencia. No es de extrañarse que la mayoría de las G.I. Joe’s sean solteras. Es súper exigente, aunque le atraen hombres que son totalmente opuestos a ella (y en poco tiempo finaliza la relación). A diferencia de la llorona, la G.I. Joe no se conforma, prefiere estar sola, a estar con alguien que no esté “a su altura”. Busca desesperadamente la perfección y con frecuencia termina perdiendo oportunidades. Quizás a modo de desahogo, muchas tienen una doble o triple personalidad, ya sea ilícita (salen con hombres casados) o cibernéticas, en las que hacen y dicen cosas que en el mundo real o expuesto jamás harían. Solución: G.I. Joe necesita alcohol. Embriágate de vez en cuando, que te vuelves graciosa y simpática. Tus exigencias hacen que la gente se aleje. Lo malo es que no disfrutas y no dejas disfrutar, que en fondo es lo que realmente quieres hacer. Deja que tus hijos se ensucien y sean niños, date un gustazo de vez en cuando, si tienes el dinero, cómprate aquellos tacones que te fascinaron. No analices demasiado tu vida, vívela.  

5.      La yo-yo



La yo-yo es la típica mujer que, antes de que termines una oración, te repite: been there, done that. Según ella, lo ha hecho todo, lo ha vivido todo, ha estudiado todo, ha experimentado todo. La realidad es que suele ser impulsiva: sí comienza muchas cosas pero pocas logra terminar. Se matriculó en unas clases para aprender a bailar salsa, pero solo asistió tres veces (lo que la convierte en experta). Quiso ser empresaria. Gastó cientos de dólares en perfumes para revender. Vendió unos cuantos y se cansó. Luego empezó a vender ropa interior femenina, pero al poco también se cansó. Comenzó un bachillerato hace años. No ha terminado porque se ha cambiado de concentración cuatro veces. Otra hizo una maestría, pero lleva más de cuatro años en la tesis. Las conversaciones con ella terminan en monólogos, porque no escucha. No le puedes contar nada, no te deja hablar. Interrumpe con sus anécdotas (que son miles y miles). Le dices que quieres teñir tu cabello de rojo: ella lo tuvo rojo hace diez años y le quedaba hermoso. Hiciste una lasaña: a ella le dicen que hace la mejor lasaña del mundo. Tu hijo se ganó una medalla por buen comportamiento: el de ella se ganó cuatro y está en el cuadro de honor. Le preguntas si vio la noticia de un artista que tuvo un accidente: ella fue quien lo llevó al hospital. Si buscas desahogarte con alguien, la chica yo-yo no es la persona indicada. Es bien difícil capturar su atención. Cuando finalmente piensas que lo lograste y pudiste hablar sin interrupción, no te sorprende escuchar: “¿qué? Disculpa es que me perdí. Repite de nuevo”. Es egocéntrica. Tiene una exagerada exaltación de personalidad, su prioridad es ser el centro de atención. Le importa poco la opinión de los demás. Le encantan los elogios, los aplausos, que le digan que se ve bien y que le pregunten qué está haciendo. Cuando nadie lo hace tiende a sufrir. Solución: mandarla a callar. Así de sencillo. Que aprenda a escuchar a la mala. ¿Qué no te das cuentas que eres súper annoying? Todos te tildan de loca. Estás atrapada en tu egocentrismo. Aprende a compartir. Deja a un lado el “Yo”, comienza a usar el “nosotros”, quítate las máscaras, descubre a la persona que hay detrás de ella. Si nada funciona, conozco a un buen psicólogo.    
  
6.      Eternal Sunshine

Puede que tenga dos bachilleratos, tres maestrías y un doctorado, pero aún no sabe qué quiere hacer con su vida. Mientras tanto, viaja por el mundo (o viaja por los mundos, o en los mundos, o inventa mundos de fantasía). Casi todas sus amigas ya se han casado, tienen hijos, o se han independizado. Ella sigue en casa de sus padres. Tiene una línea de crédito directa con su papá, por tiempo indefinido. No se pierde ningún evento: fiesta de Halloween, inauguración de una discoteca nueva, las fiestas de la calle San Sebastián, los cumpleaños... En fin, va a todas las actividades y los conciertos del año. Así que conoce a mucha gente. Si tiene 30-35 años sus amigos del jolgorio están en los 20. Por lo tanto, por más educación que tenga, la Eternal Sunshine se viste, actúa y hasta habla como una adolescente. Cuando la invites a una actividad formal o elegante, tienes que especificarle y recalcarle la vestimenta, porque si no, puede llegar en traje de baño si ese día estuvo en la playa. Tiene cero responsabilidades. De modo, que se puede sostener con un empleo simple a medio tiempo o a fuerza de préstamos estudiantiles. No estoy diciendo que todas las Eternal Sunshine’s son unas irresponsables que lo único que hacen es parisear (¡jamás!). Conozco profesionales de renombre, que ganan su buen dinero y que reúsan independizarse de sus padres. Les da miedo. Y cuando logran hacerlo (por insistencia directa de sus viejos, o simplemente por vergüenza ajena) siguen de una manera u otra con el cordón umbilical. Su mamá le hace el laundry, le paga el celular y le prepara la comida todos los días. Hasta va y le limpia el apartamento de vez en cuando. Su única preocupación sublime es que no quiere madurar. Es changa. Necesita sentir la protección de papi-mami. La única solución que tiene es que sus padres la despeguen de la teta y le corten el cordón (la tarjeta de crédito, mesada, etc.). Está bien que tu familia te mantenga, o que te ayude (¿a quién no le gustaría?), pero ¿qué vas a hacer si se mueren tus padres y te quedas sin nada? ¿Cómo sobrevivirás el mundo si no sabes sostenerte sola? ¿No has pensado que ellos están hartos de la situación y que tú también los puedes ayudar a ellos? Deja de estar payaseando and grow the fuck up!

Aunque tengamos ciertos rasgos que dominen más que otros, ninguna mujer (consideradas complicadas o no) es pura. Todas tenemos algo de lloronas, cafres, boconas, rectas, narcisistas, locas y libres como el viento. Eso es lo más maravilloso de todo. Entre la amplia gama de variedad seguimos siendo únicas.       

jueves, 10 de enero de 2013

Miedo





hoy las rosas ya no serán rosas
serán caras, todas caras
y las espinas serán cuerpos 
todos tendrán miedo, al único miedo
de ser capaz de convertirse en rosas
de ser incapaz de tener miedo




miércoles, 9 de enero de 2013

¿La frikin generación de la pauta, el flow y el pikete?

Te das cuenta de que estás “envejeciendo” cuando: 1) en el supermercado un niño se tropieza contigo y la madre le dice “ten cuidado con la señora” (¿señora? ¡soy una muchacha!); 2) ves los retratos vintage de la boda de tus padres y eres, al menos, diez años mayor de lo que ellos eran cuando se casaron y los jóvenes tras ellos son tus abuelos y; 3) quizás la más notable (y el punto de este escrito) te sacan por techo en un-dos-por-trés y/o no entiendes las estupideces de los ‘chamaquitos’ entre las edades de doce a veinte. Estos últimos en Puerto Rico se hacen llamar “la generación de la pauta, el flow y el pikete” (exacto).


 
 



Esos pilas de mierda, que la mayoría todavía no saben ni limpiarse el culo, están en todas partes. Son como una plaga, se reproducen solitos, como los gremlins.  No importa la clase social. Puedes escuchar una niña de colegio como una de barriada y tal vez las dos hablen y actúen igual, en constante competencia por ver quién es más puta que quién. Aquí varios ejemplos, tomados de perfiles públicos de facebook.


Los varoncitos no se quedan atrás. Al igual que las nenas, se exponen al mundo, publicando fotos personales, solicitando compañía, pareja, sexo, drogas y lo que sea que les puedan ofrecer sin titubeo ni vergüenza alguna. 

La mayoría vive una doble (o triple) vida cibernética y entre ‘amigos’ se comparten absolutamente todo. La siguiente es la mejor reproducción de una conversación entre dos pendejitas de catorce años, a la hora de recreo. La primera aún no tenía ni tetas.
—Chica, me encanta Felipe. Tíratelo tú primero y me cuentas.
—Ok, mañana me lo llevo al baño y al otro día te toca a ti.
¡Eres la mejor, te amo!
Yo las miré con cara de pena y ellas me miraron como queriendo decir “¡mira esta bicha! Esto es normal”. Te das cuenta de que estás madurando cuando dices: “en mis tiempos las cosas eran bien diferentes”. En parte es cierto. Y sí, casi todos los adolescentes pasan por una especie de metamorfosis de niño bueno a rebelde. Nunca he dicho que fui una santa. La diferencia: mi adolescencia fue en carne y hueso en un mundo real, no de fantasía. Me explico. No me crié con iphones, ni facebook, ni twitter. Soy de la época de los bípers y el nintendo. Los ‘jangueos’ eran en el mall o en la casa del vecino. Hablaba con mis amigos de frente, viendo sus caras en vivo, no a través de mensajes de texto. Iba a cumpleaños de ‘parties de marquesina’, no por notificaciones de facebook. Tenía, ¿qué? De diez a ocho buenos amigos por mi personalidad, no por las fotos que publicara. Los mamonsitos de hoy tienen mil, tres mil, cinco mil amigos cibernéticos que quizás ni conocen en la vida real. Los padres, ajenos de todo, lo que hacen es arraigar más los lazos tecnológicos, comprándoles el último modelo 10G para que se callen la boca y no tener que lidiar con sus idioteces.
Para colmo, están ridiculizando el idioma español de forma oral y escrita: ‘de Puerto Rico para el mundo’ (como dirían):




Estos escuincles se creen que se lo merecen todo y que tienen una vida por delante (lo que todo el mundo te dice cuando tienes quince). La realidad: NO. No existe tal vida por delante. He tenido compañeros de high school  que por estar jodiendo, hoy día no son nadie: algunos han muerto, otros son deambulantes, tecatos, con enfermedades de transmisión sexual… y en el peor de los casos, con 30-35 años viviendo con mami y papi, trabajando de chivitos o en fast foods (que no está mal mientras estás estudiando, pero la idea de la vida es que vayas superándote no estancándote). Lo que estos niños no saben es que la fama pendeja de high school se desvanece tan pronto te gradúas. El círculo karmático nos ha dicho siempre que las putillas que estaban “bien buenas” terminan redondas y con una manada de hijos. Mientras que los bullies muertos, presos, o pagando pensión alimenticia a diez niños con tres mujeres distintas.
Quiero finalizar señalando que NO todos los jóvenes de la presente generación utilizan las redes sociales para autodestruirse, humillarse ni poner en riesgo su propia reputación. NO todas las chicas se toman fotos y escriben “mira que largo mi pelo” para que le vean el culo. No todos los nenes suben un video, bailando reguetón como maricones (nada en contra de los homosexuales) ni se toman fotos besándose con otro varoncito para que les den “like”. Mi consejo es: disfruten la juventud (claro, por qué no) pero recuerden que el camino es el trampolín a la madurez. Mejor prevenir que lamentar, alejándose de “la pauta, el flow y el pikete” que por lo visto es igual o peor que estar en el mundo de las drogas.  
***
Real Academia Española 
pauta.
(Del lat. pacta, pl. de pactum, convenio, pacto).
1. f. Instrumento o aparato para rayar el papel blanco, a fin de que al escribir no se tuerzan los renglones.
2. f. Raya o conjunto de rayas hechas con este instrumento.
3. f. Instrumento o norma que sirve para gobernarse en la ejecución de algo.
4. f. dechado ( ejemplo, modelo). La vida de los santos es nuestra pauta.
Flow = fluir 
fluir.
(Del lat. fluĕre).
1. intr. Dicho de un líquido o de un gas: correr.
2. intr. Dicho de una idea o de una palabra: Brotar con facilidad de la mente o de la boca.
piquete.
(De pico1).
1. m. Golpe o herida de poca importancia hecha con un instrumento agudo o punzante.
2. m. Agujero pequeño que se hace en las ropas u otras cosas.
3. m. Jalón pequeño.
4. m. Grupo poco numeroso de soldados que se emplea en diferentes servicios extraordinarios.
5. m. Pequeño grupo de personas que exhibe pancartas con lemas, consignas políticas, peticiones, etc.
6. m. Grupo de personas que pacífica o violentamente, intenta imponer o mantener una consigna de huelga.
7. m. Col. Merienda campestre.
8. m. Cuba. Banda u orquesta formada por pocos músicos.
9. m. Ec. punzada ( dolor agudo).
10. m. Nic. habón.